domingo, 4 de noviembre de 2012

Ir al baile en 2012

Ponerle fecha y hora a la expresión máxima de la diversión juvenil ya está inventado, es tan viejo como el mundo. Los jóvenes de posguerra aguardaban ansiosos durante todo el año la llegado del baile que con motivo de las fiestas locales se llevaba a cabo todos los años. Allí se "achispaban", conocían a las que un día serían o no sus parejas etc.
Pero, aunque las fiestas locales han sido, son y serán una opción a considerar cuando los jóvenes diseñan su calendario de ocio, no tienen el tirón de las macro fiestas que desde la oferta privada se convocan  invariablemente en las fechas más propicias del calendario.
Gozando de la transmisión viral de una red que se prolonga a través de la telefonía móvil, este tipo de evento lúdico llega a todos los jóvenes, beneficiándose así del atractivo que ofrece un mensaje "tribalizado". No es la fiesta de todos. Es la fiesta de mis amigos de facebook o de mi grupo de WhatsApp.
El problema es que TODOS tienen amigos en facebook y grupos de Whats App, por lo que serán TODOS los que acudan a la que sin duda va a ser la fiesta que tú no puedes perderte si quieres existir socialmente.
Sin ningún interés de daros el psico-coñazo, sería aquí donde el psicólogo francés Jaques Lacan (13/04/1901 - 09/09/19819) nos advertiría de la presencia oculta del "Amo Capitalista".
Personalizado en el empresario del ocio para jóvenes, el "Amo Capitalista" se agazapa en su retaguardia a la espera de que sus clientes potenciales acudan al llamado irresistible de la fiesta que se ha constituido como la ocasión para obtener el reconocimiento social del clan al que todo adolescente pertenece o quiere pertenecer. No hay lugar para la reflexión, propia o ajena, sobre cualquier consideración a tomar acerca de la conveniencia de asistir: se va si o si.
El negocio, por tanto, está asegurado. Más aún si se reducen gastos en lo que a medidas de seguridad se refiere, más aún si se permite que el local se llene por encima de lo que el aforo máximo admitido permite. Y todo ello bajo el paraguas de la indiferencia de las autoridades locales que ya tienen bastante con planear sus próximos recortes presupuestarios como para ocuparse del cachondeo de los niñatos/as.
La tragedia, claro, está asegurada, antes o después pero llegará. Y ha llegado.
Es el momento pues de condenar al olvido y a la cárcel, si así se determina, al empresario que nunca podrá desprenderse de su máscara de Halloween.
Es el momento de volver a la fiesta en la plaza del pueblo donde siempre habrá  tantas salidas de emergencia como calles converjan en la plaza, donde la fiesta será para todos y de todos.
¡¡Ah coño!! Que andamos recortando ¿Donde tendré yo la cabeza?.

         

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