Imaginad el cuadro. Familia patológica en la que una madre separada que resulta estar obsesionada por su imagen física, hace a sus hijas constantes recriminaciones por lo que ella entiende que son descuidos en su dieta, vestuario etc. Como consecuencia, una de las hijas ha caído en la bulimia mientras que la otra da constantes muestras de negativismo desafiante.La pregunta del millón es ¿como abrir una brecha en la rigidez de las pautas de esta familia?
Si hay quien aún cree que la solución estaría en entrar repartiendo estopa al personal mejor que se dedique al noble arte del pugilato que, por cierto, me encanta. Está ampliamente demostrado que optar por enunciados negativos crea una mala disposición hacia la terapia y su terapeuta, provocando además que los individuos se reafirmen en sus cogniciones erróneas.
La connotación positiva se asemeja a la labor del arqueólogo que desciende a las hediondas catacumbas en búsqueda de una reliquia digna de ser rescatada. Pero aún hay más. Si nuestro arqueólogo (llamémosle Orcasitas Jones), no encontrase nada de valor, cogería un guijarro del suelo, lo limpiaría y puliría, y nos lo presentaría como si se tratase de la mismísima piedra filosofal.
En otras palabras, el terapeuta rescatará aquellos valores en los que se pueda vislumbrar un atisbo de positividad. Si no existiesen tales valores, se preve caer en la paradoja de otorgar un significado positivo a una pauta de comportamiento que claramente carece del mismo.
Trasladado todo esto al caso que se planteó al comienzo de esta entrada, el terapeuta podría iniciar la sesión reconociendo en la madre la "gran preocupación que suscita en ella el bienestar de sus hijas" para después sugerirle la posibilidad de canalizar sus esfuerzos por otras vías alternativas.
¿QUE OTRA POSIBILIDAD SE OS OCURRE?
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