Está la prima de riesgo y está el futbol y hoy toca hablar
de lo segundo.
Dicen del futbol que es la actividad más noble que se puede
realizar con los pies. Por muy buenas razones, los aficionados a los masajes
exóticos podrían no estar de acuerdo con esta afirmación. Yo también discrepo.
No es el balón lo que más inflado está durante un partido,
son los egos. Las tendencias narcisistas afloran a ojos vista entre aquellos a
los que este deporte encumbra y más aún cuando se trata de una ocasión tan
especial como el encuentro Portugal – España del pasado día 27.
Por esta razón, me voy a permitir asignar roles en función
al título de aquel famoso spaghetti western de Sergio Leone, eso si, los nombres propios tendréis que
ponerlos vosotros.
Cuando
uno se sabe el Otro futbolístico en el que los jóvenes se fijan para marcar sus
metas, cuando uno es guapo, millonario e ídolo de masas siendo aún siendo joven,
la inevitable consecuencia es que la vida se convierte en un posado permanente.
La meta no es ya que la pelotita entre bajo los cuatro palos. Ahora se trata de
que cada partido sea una gesta heroica que quede grabada para la posteridad. Cuando
se llega a este punto, uno ha de ser siempre quien ponga la guinda en el
pastel. Pero ¿Qué ocurre si la oportunidad de poner esa guinda (en este caso la
quinta y definitiva guinda) nunca llega? ¡Injusticia! ¿Cómo han podido hacerme
esto a MI?
La
tradición. Respetar la tradición porque si algo gusta y funciona ¿Por qué cambiarlo?
Ocurre en las alineaciones de los equipos y en el “Toro de La Vega”. Un planteamiento
conservador, aunque sea ilógico, es siempre una apuesta segura ¿o no siempre? Si
recurres a jugadores a los que el cansancio físico ya ha demostrado afectarles
en el partido anterior, si mantienes en el banquillo a quienes por sus
especiales características podrían marcar la diferencia, amigo, puedes verte en
apuros. Afortunadamente un Santo, un pecador arrepentido y un soberbio
resolvieron la papeleta a favor del equipo patrio.
Si un policía abusa de sus atribuciones, si un medico receta
fármacos inadecuados, si un maestro no realiza su función docente, si
cualquiera de nosotros transgrede lo que es moralmente exigible en el desempeño
de nuestras funciones, estaremos en riesgo de ver como nuestra responsabilidad puede
sernos retirada. Bueno, todos no. Parece que en el futbol la cosa no funciona
así porque si un jugador basa su juego en la agresión continua y sistemática,
si su nombre es siempre coreado desde las gradas en conjunción con el adjetivo “asesino”
no parece que la cosa tenga repercusión alguna. Vergonzoso.
Bueno ahora os toca a vosotros sustituir los nombres de Clint
Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef por sus equivalentes futboleros.
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